Todos los años el Taller de Pintura de la carrera de Artes Visuales de la FAD, propone a sus estudiantes elaborar trabajos artísticos a partir de disparadores relacionados con la vida cotidiana y la utilización de contenidos y técnicas de producción aprendidas. En esta oportunidad, los profesores José Luis Molina, Claudia Peralta y Cristian Schobinger, destacaron los resultados obtenidos con estas experiencias durante todo el ciclo lectivo 2016.
La instalación estuvo montada en el piso de exposiciones Eliana Molinelli, ubicado dentro del aula Alberto Musso del Edificio de Talleres. Sus autoras se identifican como las “Urdidoras”. Este grupo está formado por mujeres próximas a finalizar sus estudios en la facultad y se especializan en distintas ramas del arte. El conjunto aporta ideas desde múltiples enfoques con el objetivo de concretar proyectos en común de valor estético, moral y ético.
Tras una entrevista con Cecilia Díaz, una de las cinco integrantes de “Urdidoras”, la Secretaría de Extensión comparte el relato de la joven sobre el camino realizado hasta concretar la obra “¡Oíd…urgencias, urdir!”.
¿Qué es “Urdidoras” y como es su metodología de trabajo frente a los desafíos que el Taller de Pintura plantea?
Urdidoras está conformado por cinco artistas visuales. Patricia Giacomo y Valeria Alic, quienes se especializan en fotografía e imágenes; Susana González incursiona en acuarela y distintas técnicas de pintura; Yenifer Quiroga, a quien le gusta trabajar con obras figurativas pictóricas. Por último, yo me dedico a llevar a cabo obras conceptuales. Comenzamos en abril de este año y hemos realizados tres trabajos. Este colectivo partió desde el taller, pero es emergente y está abierto a valernos de otros campos de expresión mediados por la tecnología, fotografía, etcétera. Buscamos ir más allá del espacio universitario, seguir creciendo en Mendoza. De hecho estamos escribiendo algunas ideas para presentarlas afuera del ámbito académico.
El nombre “Urdidoras” es una metáfora, refiere a tramar en conjunto ideas y poner en común lo que somos. Una urdidora es una máquina en sí, nosotras humanizamos la palabra.
Unidas en la pluralidad proponen “¡Oid…urgencias, urdir!”, que lleva como estandarte la consigna “Ni una Menos”.
Todo surgió por la necesidad de incorporar la dimensión del retrato en la obra, ya que así lo habían pedido los profesores. Al mismo tiempo ocurrió la ola de femicidios en la provincia y el país. Pensamos que la realidad nos llamaba a mostrar desde el arte el repudio a estos actos de violencia. La obra que realizaríamos sería nuestra forma de marchar. Y así, el espacio Eliana Molinelli fue atravesado por lanas de diferentes tramados y colores, todos enganchados de una punta a la otra. De ellos pendían retratos realizados con esténcil, que eran los rostros de las chicas asesinadas en este último tiempo y los nuestros, los de todas las mujeres, representados por caras contorneadas. Todas estamos inmersas en la misma red que está simbolizada por estas lanas e hilos que van de un rincón al otro.
La red de tejidos comienza desde la escalera al piso donde está expuesto el trabajo, la idea es que moleste y cueste ingresar al sector. Esto representa el complejo entramado social del cual rehuimos toda vez que nos lleva por caminos complicados e incómodos. Quien quiera apreciar la red debe atreverse a aceptar el desafió de subir por la escalera bloqueada por las lanas. Solo así puede comprometerse con nuestra propuesta, y siguiendo la línea de sentido, con la realidad misma. Así también el nombre de nuestro colectivo hace alusión a esta presentación. Todo “entrelaza un significado”.
¿Cómo fue el proceso de montaje de esta puesta artística y cuál fue la reacción del público?
En primer lugar casi la totalidad del espacio estaba cubierto por las lanas que cruzaban el salón. Pero había un área “limpia”, la llamamos la zona de confort, ahí nada molesta. La intención era observar la reacción del público, hacia dónde se dirigiría, qué actitud tomaría. Pero nos sorprendimos totalmente: muchos comenzaron a moverse por el piso, jugar e hilar con las lanas y ovillos que habíamos dejado al azar. De esta manera decidieron continuar con el entramado, reanimando nuestro trabajo, haciéndose parte de lo que para nosotras era el símbolo de nuestras experiencias y relaciones con otros, y qué mejor que incorporarse jugando sanamente y desde la inocencia.
Pero la acción performática no terminó allí. Luego invitamos a las personas a contemplar como nosotras cinco cortábamos los hilos de la red, y los retratos caían al suelo para luego ser pisados. Esto último tiene que ver con las vidas que culminan abruptamente y sin razón, con delitos impunes, con el olvido y la ignorancia de las luchas por los derechos humanos y la aplicación de justicia. Sin embargo, los espectadores nuevamente nos sorprendieron y ellos mismos comenzaron a rearmar toda la muestra, colgando los carteles y entrecruzando nuevamente los hilos y lanas.
La respuesta del público fue totalmente espontánea y en señal de compromiso con la temática propuesta. No pudimos dejar de emocionarnos, la presentación culminó de una forma conmovedora, reflexiva y teñida de esperanza. Esperamos que cada una de las personas que posteriormente pasaron por la escalera durante la semana en la que estuvo exhibida la muestra haya apreciado al menos en parte la esencia de “¡Oíd…urgencias, urdir!”. Tocar las conciencias, molestar, interferir, hacer reaccionar, es lo que buscamos.
Por otro lado la ambientación musical fue clave. Elegimos la composición litúrgica de Hidelgarda de Bingen, líder monástica del siglo XII, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana. Su historia de vida invitaba a tenerla en cuenta como parte protagónica de esta puesta estética. Siendo la décima hija de un hombre acaudalado, fue “entregada” como diezmo a la Iglesia. A mi entender, su destino estaba marcado y como tantas otras mujeres no tenía voz ni voto. En el monasterio no podía cantar las liturgias por su condición de mujer para no “ensuciar las palabras sagradas”, pero inteligente y astuta compuso en tonos a los que solo las voces femeninas podían acceder. Buscó despertar las mentes de su época.
¿Qué conclusión obtuvieron una vez concluido este proyecto final?
Sin duda el trabajo traspasó los límites de lo simple, lo meramente académico y lo estético. El acompañamiento de los profesores y las alas que nos brindaron para hacer de esta propuesta algo insospechado, fue fundamental. La obra caló hondo en el colectivo como lo hizo con la gente que se acercó durante la performance y posteriormente al Galpón. Como equipo de trabajo deseamos seguir transitando este camino e interpelar el alma de las personas con nuestro modo de representar la forma de vivir y el entorno en el que estamos inmersos y configuramos como sociedad.