David Nahon (Rosario, 1971) Licenciado en Bellas Artes, es docente Universitario y practica la transmisión a partir de seminarios, conversaciones y clínicas. Como autor, se ocupa de la relación entre disciplinas en el arte contemporáneo desde finales de 1990. Su obra parte de la capacidad del arte para inventar sistemas de representación entre la literatura, el teatro, el psicoanálisis y las artes plásticas. Su trabajo actúa en el contexto de la literalidad y la alegoría, en un territorio ambiguo y fronterizo entre el museo y el espacio escenográfico del teatro, desbordando los roles en acontecimientos pensados como artefactos con significado. Interesado por la experiencia de un sujeto que habla y otro que escucha, su trabajo desea reponer una verdad de una trivialidad cualquiera. En 2010 publica “Todo lo que hago es para que me quieran”, en 2016 “Como me convertí en robot” y prepara el libro de correspondencias “270 de muchos otros” junto a Inés Efrón. Acaba de publicar su último libro “El primer hombre solo”. Vive en Buenos Aires.
- ¿Qué es la Salud Mental desde el psicoanálisis?
- Para mi no hay una Salud Mental. Está la de cada persona. Desde mi enfoque, aún más todavía es individual. La salud mental es la de cada uno, es lo que cada uno siente como salud. No creo que haya una Salud Mental, me parece que es algo más del campo de la psiquiatría, la medicina o incluso de la psicología. Pero para el psicoanálisis, como yo lo interpreto, no hay una salud mental para todos o para todas sino que habría que escuchar la de cada uno para llegar a eso.
Desde el psicoanálisis no pensamos en la mente, o en un cerebro, es más del orden de la neurología o las neurociencias. Para nosotros hay un inconsciente, y lo que necesitamos es que ese inconsciente hable… y eso produce, en el mejor de los casos, un bienestar. Esa sería modestamente la idea de Salud Mental para el psicoanálisis.
- En tu trabajo, ¿cuál es el vínculo que vos has visto entre esta idea de “salud mental particular” y el arte?
- Empiezo por el arte. Yo daba clínicas para artistas. Es un espacio colectivo donde los artistas se reúnen para conversar acerca de su producción. El formato en general suele ser que un artista presenta y los otros dialogan con eso… a lo mejor el artista que dialoga presenta alguna inquietud de algo que no está funcionando, saliendo o no es lo que esperaba, entonces el coordinador dice alguna cosa. En un principio, hace muchos años yo hacía eso. Hasta que una vez me pasó, saliendo de una de ellas, una persona que había participado estaba muy angustiada, durante la presentación se sentía muy mal respecto a su trabajo, y nos quedamos un rato después de hora. Ahí me empezó a contar de cosas que le pasaban por fuera de la producción, en su vida. Yo venía psicoanalizándome hace largo tiempo y estudiando bastante, y por primera vez escuché desde ahí. No escuché desde la práctica artística, escuché desde la práctica psicoanalítica.
Bueno… ¿qué decía lo que decía esa persona? Y ahí pude escuchar algo, decirle alguna cosa modesta en ese entonces, y en el próximo encuentro volvió completamente aliviada de esas tensiones que iban a la obra y sin ningún problema en su trabajo. Ahí me di cuenta que los problemas no son de la obra sino son de las personas. La obra se puede hacer más grande o más chica, pero lo que había que escuchar es a las personas… entonces empecé a hacer un camino para salir de ahí en adelante y acercarme al psicoanálisis que fue fundamentalmente lo que estudio. Y también lo que me di cuenta es que lo grupal no ayudaba. Eran montones de opiniones y la persona se perturbaba o inquietaba más, era aún peor. Por eso también vi que tenía que ser individual, que lo que había que escuchar era a la persona. No las opiniones de todas las personas acerca de eso.
- ¿Considerás que hay una gran separación entre estos dos campos?
- Son cosas distintas, que se cruzan mucho. Freud decía que a veces escribir un libro puede ser hasta un alta de análisis. Es decir, puede ser que en la práctica artística aparezca mucho el inconsciente digamos y eso puede abrir caminos o traer vías para leer o escuchar algo como podría hacerse en un consultorio de psicoanálisis, creo yo. Pero me parece que son prácticas distintas.
- De algún modo decís que el inconsciente puede incidir en la obra, ¿puede la obra también incidir en el inconsciente?
- Sí. El inconsciente se manifiesta en la obra, absolutamente. No siempre, va en cada uno y cada una. El inconsciente está estructurado en lenguaje, y ese lenguaje se manifiesta en un lapsus, en un chiste, en una equivocación, en un sueño y se manifiesta en una obra como se manifiesta en casi todo lo que hacemos. Lo que pasa es que el inconveniente acá sería la lectura de eso que habla ahí. Es decir, uno puede manifestar su inconsciente en una pintura, expresarlo ahí, pero luego, ¿qué hacemos con eso? Eso va a depender de un nivel de compromiso, ahí nos metemos en lo singular. Pero seguramente se va a manifestar en cualquier pieza artística.
- ¿Qué busca el arte?
- Ahí hay otra cuestión que es la función de la obra de arte. Para mi la obra de arte no tiene que buscar nada, en todo caso tiene que ir al encuentro de algo. Digo tiene, pero es una reducción para poder hablar. Justamente la obra no tiene que hacer nada. Tiene que suceder. Y cuando sucede es en el orden de la experiencia. Para mi la obra de arte no es un cuadro o una escultura puesto ahí, sino es la experiencia con la cosa, la experiencia que cada uno pueda tener con esa cosa. Entonces a mí la obra de arte no me importa mucho, la cosa, el artefacto. Yo creo que el artefacto no tiene función, cuando tiene función entra en el juego del capitalismo, “sirve para”. Bueno, habrá personas que se sienten a gusto decorando su casa con eso y es más que suficiente. Pero yo creo que la obra de arte no transmite nada, es como un gatillo, es una trampa. Lacan decía que era una trampa al ojo, para capturar esa mirada, y en el momento de capturar esa mirada aparece la mirada de cada une. Ahí empieza a suceder un efecto. Como el amor, el amor es un efecto que produce una persona en otra. Y la obra de arte podría ser algo de eso también, esa cosa puesta ahí y la experiencia con la cosa.
- En 2019 la OMS recomienda incluir el arte y la cultura en la atención sanitaria, llamando por primera vez a los Gobiernos y autoridades a aplicar políticas que mejoren la colaboración entre los sectores sanitario y artístico. ¿Cuál podría ser el rol gubernamental con respecto a la estimulación y promoción de este vínculo?
- Lo que creo es que para mí el arte seguramente debe tener funciones terapeúticas, y eso verdaderamente es así. Se ve en espacios que se ocupan de la salud, incluso en un geriátrico. Entiendo que acerque a la salud a muchas personas e incluso que sea terapeútico. Lo que pasa es que para mi desde el psicoanálisis pensar en una terapia es algo muy lejano. Porque una terapia, según entiendo yo, lo que indica es que hay una terapia que aplica a cualquiera. Es decir, yo como terapeuta tengo una idea, una metodología o dispositivo y lo aplico no importa a quién, y ahí de nuevo vamos al uno por uno.
Yo creo que las políticas de Estado, al menos en Argentina, están divorciadas de la práctica artística. Hay fomentos muy modestos, está el Fondo Nacional de las Artes, Mecenazgo, creo que lo que ofrecen no hace ni una estadística. Creo que lo formulan para aparentar y lucir como un estado progresista y que integra a la práctica artística a su modelo político, pero es una sensación y es algo en lo que los artistas creen y se frustran porque los montos son verdaderamente ridículos, demoran mucho en pagarlos y se diluyen en la inflación. Es una apariencia para mi. Nunca va a salir en la mesa de Mirtha Legrand sentado un artista, eso es claro, estamos por fuera de la sociedad. Hay una sensibilidad ahora que quizás en los 80 o en los 90 no lo vivíamos, hay una sensibilidad y parece que integramos el mundo pero en verdad no es así. Sobretodo no es así porque no hay un mercado, es muy pequeño. ¿Cómo se integra uno a la sociedad si no puede ganar dinero? ¿Cómo forma parte del mundo sin dinero? El Estado tiene idea de las cosas, pero esas ideas no aplican. Ignoro si el Estado hace algo en relación al arte y la salud, a mí no me llegó ninguna noticia.
Estaba pensando en las universidades de arte también. En las incumbencias que figuran en el programa de la carrera son la docencia y ayudante de taller. Es muy extraño eso porque lo que proponen es que por un lado hay artistas y los que estudian arte van a poder ayudar a esos artistas. Van a poder asistir a esos artistas. Es extraño, pero por otro lado no está mal porque se está negando a sí misma, dice: de acá no salen los artistas. Los artistas están, de acá salen los asistentes de los talleres de artistas. Entonces es una fantasía eso también. Las universidades de arte verdaderamente no sirven para mucho. Por supuesto que la gente se encuentra ahí y tiene una licenciatura y puede ser docente, pero en relación al arte no preparan al sujeto para la práctica. Lo digo como licenciado. No hay nada. Las universidades de arte son una ilusión donde hay personas que están en la misma frecuencia que uno. Y después, termina la carrera y ahí está el arte que estaba antes de que uno arrancara.
- ¿Qué se necesita para hacer arte?
-Te iba a decir un deseo muy grande. Pero ahí estaría diciendo que una persona que tiene un deseo muy grande puede ser artista y no lo sé. No sé si es solamente eso. Yo creo que un encuentro se necesita. Un encuentro que toque a uno/a en algún momento. Ese encuentro que puede ser con el Volley o con la quiropraxia. A uno lo toca ese encuentro. Pienso que nosotros con mi familia vivíamos en una villa, en un barrio muy pobre, y había un amigo de mi papá que vendía golosinas en los kioskos. Había encontrado como un trabajo, tenía un Citroen, lo cargaba de golosinas y las revendía. Y a mí me llevaba este señor Hector, que escribía poesía. Mi papá era albañil, trataba de leer alguna cosa y no tenía tiempo, llegaba hecho pelota de la obra, cansado. Pero de alguna forma me empieza a subir a ese Citroen con Hector. Yo creo que mi papá en ningún momento tuvo la intención, pero por alguna otra parte sí. No creo que dijo “lo voy a acercar a Hector para que mi hijo se acerque a la poesía”. No, me subió al auto de Hector, y a partir de esto Hector descubre que yo hacía dibujos y escribía, y él hacía lo que hoy se llamaría como un fanzine que en ese momento no existía, y me incorpora en uno a mis 12 años, y ahí empieza modestamente mi carrera. Entonces, yo creo que eso es un encuentro, favorecido por un padre, el azar, y no se cuántas cosas. Ahora, yo podría haberme subido a ese Citroen y haberme aburrido, haberme bajado, no haber vuelto nunca más o haber vendido golosinas. Podría haber dicho “mirá este business está buenísimo, compro golosinas, las vendo en los kioscos, salgo de la pobreza, fin”. Evidentemente mi idea no era salir de la pobreza sino acercarme al arte.
- Esta entrevista es para una facultad de artes.
- Jajaja me había olvidado. Perdón. Manejate. Es la opinión de la persona, puede a lo mejor producir alguna inquietud y una conversación. Estaría buenísimo. Aparte vos, si me buscás a mí sabés a quién estás buscando. Sos como mi papá subiéndome al Citroen de Hector. Sabés lo que busco y que no comulgo con todo eso, pero habiéndolo atravesado y siendo un agradecido de mucha experiencia de la universidad. Yo creo que la universidad lo que te acerca es a personas. Y te hace sentir mucho menos solo en muchos casos, y eso es vital también porque genera una comunidad. Eso sí puede ser que una universidad favorezca: el contacto humano. El acercamiento entre personas, el diálogo. No puedo hablar de todas las universidades, yo entré y cursé en algunas pero mi sensación es que la gente está trabajando a disgusto ahí. Esa es mi sensación. Mi paso como alumno incluso te diría. La gente que está trabajando nunca gana lo que quisiera ganar, las condiciones nunca son las que quisieran tener, que no hay proyectores, no hay aulas, todas esas cosas. Y a mí me parece que los docentes en general, muchos, se dejan abrumar por eso. Y ahí es donde falla la transmisión porque en la práctica artística de lo que se trata es de inventar. Nosotros lo que hacemos es inventar. Bueno, también hay que inventar en todo. Si no hay una silla, busquemos la forma… si no hay un proyector, o luz o internet, ver la forma de dar una clase. Me parece que eso que se dice creatividad nunca está puesto porque en realidad estamos subordinados al dinero. Es decir, está claro que los docentes son personas mal pagas, y eso parece un manto que cubre todo. No hay presupuestos en las universidades, no hay dinero, y eso es terrible, y eso verdaderamente es así. Pero toca directamente, atraviesa directamente la transmisión. No se salva la transmisión. Y eso es terrible. Porque el alumno que se yo, está ahí, incluso paga los impuestos donde están los sueldos de los docentes. Entonces el alumno termina poniéndole el cuerpo a los efectos de la precariedad cuando en realidad eso se tendría que dirimir en otro lado. Pero si la universidad me parece que favorecen el encuentro entre personas, y eso es un montón. Las universidades como las clínicas, los talleres y todo eso, no? Y al mismo tiempo, alojan también a veces a personas que… con esta cuestión de qué es artista hay un lío muy grande, que no sirve para nada esa inquietud, no va para ningún lado, y hace que mucha gente se quede afuera. Que diga “el arte no es para mí” por muchas cosas, por edades. Entonces me parece que las universidades que he compartido como docente o como alumno es no sé, el aula está llena de gente de 80 años, personas que no se hubieran animado a la práctica artística porque hay un montón de prejuicios, prejuicios sobre todo sostenidos por los artistas. Entonces en eso me parece que es un espacio verdaderamente saludable, eso sí es saludable.
Esta entrevista fue realizada por Sofía Saal, estudiante de la Lic. en Comunicación Social, en el marco de su práctica pre profesional en la Coordinación de Comunicación Institucional de la FAD.